La necesidad de apegarse a las modas o “tendencias”, presionan a las empresas hasta límites donde sus trabajadores caen en hábitos destructivos, como por ejemplo, dejar de almorzar o trabajar más allá de horarios razonables, para mostrar resultados de forma rápida que muchas veces son de dudoso valor organizacional. Ha surgido hace un tiempo y ha apalancado comportamientos como los señalados, el concepto conocido hoy como Transformación Digital.
A raíz de esta “necesidad” de estar a la moda, de estar alineados con los tiempos, de estar dentro de los top en un mercado competitivo que vende y ofrece su capacidad digital, muchas organizaciones toman la decisión, normalmente apresurada, de iniciar este camino con miras a transformarse, y para esto, muchas buscan y consiguen ayuda externa para lograr su objetivo.
Conseguir ayuda es positivo cuando ésta es efectiva y trae consigo aportes para que la organización inicie un camino que los haga prosperar de forma sana y sostenible en el tiempo, es decir, que la deje habilitada para seguir mejorando de forma autónoma.
Sin embargo, existe un sinnúmero de ofertas en el mercado que ofrecen esto, pero que en la práctica son garantía para perder tiempo, recursos económicos y un costo/oportunidad que puede ser, en algunos casos, realmente fatal para las pretensiones que dieron origen a la acción de buscar ayuda.
De lo anterior y producto de la experiencia hemos logrado detectar cuatro síntomas muy claros que permiten detectar oportunamente cuando un proceso de transformación organizacional, tiene altas posibilidades de fracasar, producto de que se aplican prácticas apegadas a la literatura, más que al entendimiento de las necesidades reales de la organización.
El primero y uno de los más llamativos y dañinos, es el conocido como Cambiazo. Éste se manifiesta cuando, una empresa externa hace una oferta de apoyo al proceso que está “probada”, “validada” y “recomendada” por clientes satisfechos, ya que, contempla personal altamente calificado y con experiencia. Sin embargo, una vez que la organización adquiere este servicio, se encuentra con que el personal asignado para atenderlos y guiarlos en este delicado proceso, no es el mismo ofrecido en un principio y en muchos casos se trata de principiantes, novicios y a veces, por qué no decirlo, neófitos en este tipo de trabajos.
Actualmente, dentro de las numerosas prácticas utilizadas en función de mejorar los procesos de gestión, existe el concepto de células de trabajo. Al respecto, otro síntoma que aporta al fracaso, es comenzar la creación de células a diestra y siniestra sin un propósito claro, logrando con esto solo aumentar la complejidad en la gestión, los costos y con un rendimiento deficiente que no se condice con el esfuerzo en la implementación de las citadas células.
Otro síntoma es que producto de un mandato interno o de una sugerencia de asesores externos, se imponga el uso de herramientas y/o recetas de libro, que la gente usa sin conocer y sin entender los fundamentos que hay detrás de cada una de estas. Esto provoca directamente un uso ineficiente de las herramientas, una pobre aplicación de métodos y para rematar el abandono por parte de las personas de las herramientas y las dinámicas, producto de ser más carga de trabajo que aporte al rendimiento.
Que después de mucho esfuerzo y trabajo el rendimiento no mejore y el trabajo no aporte el valor esperado. Esto queda de manifiesto cuando se ven equipos de trabajo con una sobrecarga de tareas, siempre con demasiado trabajo pendiente de terminar y lo que logran terminar, no da respuesta efectiva al “propósito” original, es decir, se hacen muchas cosas pero en la realidad se logra muy poco impacto de valor para la organización.
Estos síntomas, son la manifestación visible de una causa raíz que tiene normalmente su origen en dar inicio a procesos de transformación, sin la claridad de objetivos que un proceso como éste requiere y el conjunto de esfuerzos, personal que se necesitan para aplicarlo.
Por lo tanto, sugerimos iniciar con un propósito claro, también determinar qué es aquello que debemos conservar (no todo lo hacemos mal), y a partir del estudio de fundamentos que apoyen el cambio, determinar que herramientas y métodos aplican a nuestra organización en particular, ya que, lo que funciona en una no necesariamente funcionará en la nuestra.